Thursday, February 12, 2015

“DIARIO DE PIRATAS” de Álvaro Olmos.




Por: Luis Brun | 02/12/2012


Diario de piratas es un documental del realizador cochabambino, Álvaro Olmos, que fue ganador por Bolivia del programa DocTv. De 53 minutos de duración y difundido por televisoras de distintos países de Latinoamérica, el trabajo se estrenará hoy domingo a nivel nacional, a las 16:30, por la señal de Bolivia TV (canal 7).



La adaptación, qué importante y qué difícil concepto en nuestro país. Decimos, en la cotidianidad y el bregar del día a día (que no suene a queja) que no queda otra que adaptarse; no es lo mismo que conformarse, pero hay un dejo de resignación abyecta en todo eso. Tampoco es lo mismo que transgredir. Se puede pensar que el adaptarse implica necesariamente sobrepasar límites, violentar normas. La explicación es muy simple: ¿cuál es la relación que tenemos con las normas? Ésta es realmente complicada e inestable, y alguna vez en la universidad me dijeron que, si las leyes no logran el bienestar del ciudadano, pues no son legítimas y finalmente no sirven. Sin entrar en detalles técnicos, sabemos todos que el comercio informal en Bolivia es realmente importante, tanto como para sostenernos en un precario y bendito equilibrio, y si después de todo, un día nos toca hacer la vista gorda a esta “informalidad”, es porque son pocas las cosas que realmente funcionan como deberían. Es la necesidad y el desequilibrio lo que genera esto, inevitablemente. De ahí en más nos han enseñado (alguien o algún tropiezo) que debemos sacar provecho de las situaciones, sean cuales fuesen, debamos o no, porque de todas maneras alguien detrás de nosotros lo hará: la corrupción como un hecho “cultural”, más que eso, me parece un síntoma de la enfermedad, el malestar general, el agotamiento.

El documental Diario de piratas aborda estos temas, los describe, los apologiza, pero, y creo que es lo más importante, los pone en evidencia en su más grande y hermosa contradicción. Se pone en evidencia la ética misma de la “sobrevivencia”. Este término puede sonar escandaloso, pero creo que con la misma formular podríamos describir hechos aún más dramáticos. Este filme dirigido por Álvaro Olmos plantea un andamiaje narrativo sencillo: se acompaña por un tiempo (menos de dos meses aproximadamente, según nos cuenta el director) a dos personajes: una joven alteña que estudia biología y gastronomía y una mujer mayor, cochabambina, que es profesora. Ambas son contrabandistas.

Nos adentramos poco a poco en sus vidas, política o económicamente “correctas”, que se describen con hábil sentido del tiempo. Cada toma respira tranquilamente sin ser forzada, un gran mérito del montajista Juan Pablo Di Bitonto. Luego, y pronto, vamos conociendo esa otra dimensión “incorrecta”, que, lejos de ser secundaria o paralela, se vuelve la más encarnada. La cámara acompaña a cada una de las mujeres en todo el proceso de contrabando que realizan.

En Diario de piratas la cámara tiene su propio discurso, entrelazado sí con el discurso mayor que significa la obra cinematográfica, aunque con un protagonismo particular. Sergio Bastani se confiesa (consciente o no) fotógrafo en este film, y no estoy redundando: bastaría con ver la ficha técnica para saber su rol. Me refiero a otra técnica por así decirlo (que es casi otro mundo), hablo de la mirada del fotógrafo de imagen fija, el primer fotógrafo. Es inevitable sorprenderse con la pulcritud de cada encuadre, el asombro que tiene de vez en cuando la cámara por las líneas, los contornos, las perspectivas, en espacios que pueden resultar a simple vista burdos; ésta es la mirada del fotógrafo, allá 1860 en los inicios de la fotografía. Susan Sontag nos decía que ese es el “heroísmo de la mirada”, la tarea heroica que emprendió la fotografía por sobre todas las artes, de ver el mundo de una manera distinta, capturarlo y luego coleccionarlo. Claro está que, al hablar de fotogramas por segundo, la ilusión de la captura se esfuma, y una imagen anula a la otra; sin embargo, la mirada está presente. Es justamente cuando los hechos se vuelven más “reales” que se deja el esteticismo por un momento. No es que los otros hechos sean ficticios, para nada, pero acontecen hechos desprovistos de romanticismo, como, por ejemplo, la tranza ilegal, la negociación fraudulenta, la “coima”, para las que la cámara se vuelve finalmente más nerviosa, más periodística, si cabe el término, pues el objetivo es básicamente mostrar, mostrar a como dé lugar.

Se agradece el recurso del testimonio disociado de la diégesis de la imagen; es decir, no queremos, o estamos cansados, y especialmente en televisión, de la típica cabeza parlante que satura o guía la narración. En el audio se construye un relato que sutilmente acompaña la imagen, sin redundar completamente o saturar; esto al principio puede generar alguna confusión, pero se resuelve fácilmente en el transcurso, y potencia el mensaje. Solo los personajes, con sus vidas, sus acciones pueden decirnos la verdad.

El tema no debe resolverse, sí puede cerrarse en su narración, y eso se ve en Diario de piratas. Aunque por el final el director se siente tentado a resolver la problemática, sale airoso nuevamente por la sencillez y contundencia de los testimonios y el planteamiento narrativo: los personajes confiesan que entienden la ilegalidad de sus actos, pero encuentran el valor de ellos en sus fines: el bienestar familiar, la construcción de su futuro, sus anhelos y, lejos de volver a justificar o ser condescendientes, esto plantea que la relatividad de las reglas es más evidente cuanto más lejanas estén del objeto que reglamentan. Al final, nuevas “reglas” surgen en la interacción diaria, en la necesidad y especialmente en el vínculo filial, reglas legítimas pero siempre inestables. Todo esto es digno de contarse

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