Friday, May 18, 2018

"JUGLAR DE NADIE" : Nueva película de Juan Álvarez-Durán



Camilo Agramont


Por Camilo Agramont

Material de archivo de noticieros, una entrevista y la sentencia final. Esa es la materia prima de Juan Álvarez-Durán para presentar a su Juglar de nadie. Se trata de la historia de un ecuatoriano que decide emigrar a Estados Unidos, de camino es arrestado en Panamá, encarcelado y torturado. Pero una vez libre, durante el asilo en Bolivia, decide establecer una huelga de hambre y luego demandar al estado panameño; (insertar expectativa) él gana, la sentencia determina que Panamá debe reparar los daños que le causó. Fin de la historia, porque eso es todo lo que necesita una narrativa, ¿verdad?
Para nada. La película de Álvarez-Durán golpea directo a la narrativa tradicional, esa que funciona con fórmula. El personaje relata su tragedia y los medios verifican lo contado, un aparato de discurso que funciona con una narrativa, la que mejor conocemos. Esta narrativa del cuento memorizado, de la repetición invariable y del bombardeo multimedia es lo que retrata el director, una fuerte apuesta que se concentra en lo simple para mostrar la construcción de un discurso. Para mí, está muy ligada a la película inaugural, Agarrando pueblo (1977), de Luis Ospina y Carlos Mayolo, quizá el otro lado de la película de los colombianos. Vemos la narrativa provocada por “los vampiros de la miseria” y cómo llega a conformar una verdad, o una “posverdad” de hecho, estas narrativas originadas en los medios y que han impregnado al cine (lo que critican Ospina y Mayolo), pero no sólo eso. Esta construcción del discurso copada de intereses puede pasar de los medios al relato mismo de la historia, mediante una especie de adiestramiento del discursante, para una narrativa que repite una y otra vez, como le ocurre al protagonista del corto. Juan Álvarez-Durán lo identifica, retrata esa situación y la deja en evidencia.
Jesús, el ecuatoriano dueño de la historia y protagonista de la pieza, tuvo un resarcimiento por la violencia que sufrió, pero él no será de nuevo la persona que era, el daño está hecho. Jesús lo sabe de cierta manera, dice que busca “restaurar lo que era”, pero para eso quizá es necesario dejar esa narrativa mimética de la repetición. Y por cierto, ¿no es eso lo que quiere el Festival de Cine Radical, restaurar lo que era el cine? Por eso se busca dejar la narrativa tradicional de un lado, para restaurar.
. Se trata de la historia de un ecuatoriano que decide emigrar a Estados Unidos, de camino es arrestado en Panamá, encarcelado y torturado. Pero una vez libre, durante el asilo en Bolivia, decide establecer una huelga de hambre y luego demandar al estado panameño; (insertar expectativa) él gana, la sentencia determina que Panamá debe reparar los daños que le causó. Fin de la historia, porque eso es todo lo que necesita una narrativa, ¿verdad?



Para nada. La película de Álvarez-Durán golpea directo a la narrativa tradicional, esa que funciona con fórmula. El personaje relata su tragedia y los medios verifican lo contado, un aparato de discurso que funciona con una narrativa, la que mejor conocemos. Esta narrativa del cuento memorizado, de la repetición invariable y del bombardeo multimedia es lo que retrata el director, una fuerte apuesta que se concentra en lo simple para mostrar la construcción de un discurso. Para mí, está muy ligada a la película inaugural, Agarrando pueblo (1977), de Luis Ospina y Carlos Mayolo, quizá el otro lado de la película de los colombianos. Vemos la narrativa provocada por “los vampiros de la miseria” y cómo llega a conformar una verdad, o una “posverdad” de hecho, estas narrativas originadas en los medios y que han impregnado al cine (lo que critican Ospina y Mayolo), pero no sólo eso. Esta construcción del discurso copada de intereses puede pasar de los medios al relato mismo de la historia, mediante una especie de adiestramiento del discursante, para una narrativa que repite una y otra vez, como le ocurre al protagonista del corto. Juan Álvarez-Durán lo identifica, retrata esa situación y la deja en evidencia.



Jesús, el ecuatoriano dueño de la historia y protagonista de la pieza, tuvo un resarcimiento por la violencia que sufrió, pero él no será de nuevo la persona que era, el daño está hecho. Jesús lo sabe de cierta manera, dice que busca “restaurar lo que era”, pero para eso quizá es necesario dejar esa narrativa mimética de la repetición. Y por cierto, ¿no es eso lo que quiere el Festival de Cine Radical, restaurar lo que era el cine? Por eso se busca dejar la narrativa tradicional de un lado, para restaurar.

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