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Si la novela homónima de Juan Recacochea cautivó a Valdivia para llevarla a la pantalla, fue precisamente porque consideró que “tiene personajes con objetivos claros”. El director la sintió, además, desde el primer momento, “muy cinematográfica, una historia sencilla, sin mucha pretensión, que busca contar algo desde el punto de vista humano”, afirma.

Pero, si de sus protagonistas se trata, Valdivia encontró en Kate del Castillo la representación conmovedora de una mujer envuelta en la prostitución que quiere salir de esa realidad.

Ella es Blanca, una joven del oriente boliviano con un acento bien logrado, diferente al de Kate mexicana, lo que le exigió aún mayor trabajo del personaje. La presencia que logra la artista de Blanca es contundente.

“Cuando Kate llegó a rodar siempre estuvo con ella una chaperona, una chica de Pando. Le pusimos un grupo de amigas benianas, cruceñas, pandinas, la llevaban a comer cuñapés. Ella se metió mucho en la investigación de su personaje. Todo su cuarto de hotel estaba lleno de papelitos, de frases. Para saber cómo hacer de “taibolera” (bailarina de barra), se metió a bailar... se echó de cabezas. Ha captado la manera de ser de la mujer oriental, desde el acento”, cuenta.

La elección de actores extranjeros no es casual, sino producto de un interés por internacionalizar la obra. “Quise que mi película tenga un mercado afuera, que viaje, que podamos recuperar la inversión afuera para que haya más producción. Nuestro mercado es tan chico”, aduce.