LO MAS BONITO DE MIS MEJORES AÑOS
La película cuenta la historia de Berto (Juan Pablo Milán), un solitario que decide marcharse del país y para conseguir el dinero del pasaje debe vender un auto Volkswagen modelo 65. La película relata la epopeya urbana en la que Berto, acompañado de su amigo Víctor (Roberto Guilhon) y su novia Camila (Alejandra Lanza), recorren la ciudad en búsqueda de un comprador. Además actúan Rodrigo Lizárraga y Daniel Ortiz.
Maximiliano Barrientos
Hace cuatro o cinco años, Martín Boulocq era la misma persona que ahora es. Al menos físicamente, lo es. Si ponés una fotografía de entonces en la que se lo veía apoyado en la barra de una discoteca junto ésta, en la que se lo observa entrevistado en el AFI FEST de Los Ángeles, es el mismo. No cambió. Sigue detenido en esa ambigua y confusa edad en la que se es adolescente a su pesar, una suerte de Holden Caulfield vagabundeando no por las calles de Nueva York, como el personaje legendario de Salinger, sino por la fría superficie de una pantalla llena de imágenes-secuencias. La vida como cine. O el cine como un lugar donde quedarse y no salir más, un encierro necesario para aprender a mirar.
En esos años, los años de aprendizaje, los bonitos años de aprendizaje, a Martín Boulocq se le ocurrió una idea que luego se convirtió en película. Una idea que se convertía en película mientras se sumergía en los lagos convulsionados de Igmar Bergman, Tsai Mig-Liang, Jean Luc Godard, Rainer Werner Fassbinder, Andrei Tarkovski, Peter Greenaway, Wong Kar Wai y muchas otras incomprensibles islas que habían decidido vivir desde ahí, desde los 35 milímetros, desde el único lugar posible. Porque en esos días, los días bonitos, había que nutrirse. Había que aprender a mirar para luego hacer películas con esa mirada renovada.
Lo más bonito y mis mejores años, que el mes próximo anunciarán la fecha de estreno en Bolivia (sospechan que será para el primer semestre del año), fue precisamente eso: la culminación de esos años primeros.
La película cuenta la historia de Berto (Juan Pablo Milán), un hombre introvertido y solitario que decide marcharse del país. Para conseguir el dinero del pasaje intenta vender su auto, un Volkswagen del año 65 que es la única pertenencia que le dejó su abuelo. La película relata la epopeya urbana en la que Berto, acompañado de su amigo Víctor (Roberto Guilhon) y su novia Camila (Alejandra Lanza), recorren la ciudad en búsqueda de un comprador.
Martín habla a continuación no sólo de la película, sino sobre las posibilidades del cine, la verdadera preocupación de esos años. Y la de ahora también.
- ¿Cómo ves la narración en el cine contemporáneo?
- Para Greenaway la narrativa cinematográfica no ha tenido cambios muy significativos desde Griffit. En algún sentido estoy de acuerdo. Lo que hace Spilberg por ejemplo y mucho del cine actual es básicamente lo que estableció Griffit a principios del siglo XX. Ahora bien, está claro que las nuevas tecnologías están permitiendo expandir la búsqueda de nuevas formas narrativas, y algunos directores como Greenaway, Kiarostami e incluso Godard, lo están demostrando.
- ¿Quiénes son los realizadores que produjeron las principales rupturas en la narración del cine contemporáneo, en qué consistieron?
- Orson Wells lleva la narrativa de Griffit a su máxima expresión, Godard la invierte y rompe y Greenaway comienza a jugar con esos pedazos. Este juego de pedazos de Greenaway, creo yo, es lo más significativo -aunque no lo único- en la narrativa contemporánea.
- ¿El Dogma 95 fue una influencia en tu trabajo? ¿Cuál ha sido la importancia de esta corriente a la hora de hacer cine en un país de medios escasos como el boliviano?
- El Dogma 95 tiene que ver más con marketing que con ‘medios escasos’. Evidentemente el dogma promulga una estética pero sus bases no son ninguna novedad, está antes la Nouvelle vague o los checos de los 60. No he visto más que tres o cuatro películas ‘dogma’ y el ‘dogma’ en sí no creo que sea una influencia en mi trabajo. En todo caso Lars von Trier o Korine -que han hecho alguna película dogma- estarían entre mis influencias.
- La Nouvelle vague fue determinante en esa otra concepción de hacer cine, un cine más arriesgado y de autor...¿Cuál ha sido más significativo para vos: Rohmer, Godard o Truffaut? ¿Rastreas influencias en tu trabajo?
-Definitivamente Godard. Godard está en todos los que nacieron después de él necesariamente, incluso en los que no lo vieron. Donde más siento cercanía a él es en su concepción de ‘hacer cine’....
- ¿Y cómo dialogas actualmente con el cine asiático, especialmente Wong Kar Wai y el de Tsai Ming- Liang, que eran dos directores a los que frecuentabas mucho? En tus cortos, especialmente en esa adaptación del cuento de Salinger, se notaba la presencia de Wong ¿La película los tiene a ellos detrás?
- Kar wai y Tsai Ming son dos de los contemporáneos que más han influido en mi trabajo, y creo que sí, en la película se los puede sentir en algunos lugares, pero creo que también, a diferencia de aquel corto, hay la intención de alejarse un poco de ellos.
- ¿En Bolivia se puede hablar actualmente de un cine de autor...? ¿ Lo que vos estás haciendo y quizás lo que hizo anteriormente Bellott son indicios de ello?
- Dejando de lado la mala reputación y las discusiones que haya podido provocar aquella denominación ‘cine de autor’, creo que en Bolivia sí se puede hablar de cine de autor. Sanjinés es el mejor y mayor representante. Y es que creo que sólo se puede hablar de un cine de autor cuando existe una obra coherente a lo largo de varios años... Una o dos películas no son suficientes para determinar a ‘un autor’; sin embargo sí creo que actualmente Bellott y Loayza, por ejemplo, están construyendo su cine, uno de autor. El resto en Bolivia es sólo gente que hace cine, que no es poco, pero poco tiene que ver con el cine de autor.
- ¿Cuáles son las preocupaciones del cine joven latinoamericano? ¿Ya se puede pensar en una generación? ¿Y en el caso específico de Bolivia?
- Sí, creo que se puede hablar de una generación de cine joven latinoamericano. Un cine descreído de las fórmulas cinematográficas de nuestros padres, un cine nacido en democracia pero que arrastra las heridas de las dictaduras, un cine más interesado en verse al espejo que promulgar discursos.
¿Cómo encajas en la tradición cinematográfica boliviana? ¿Cómo dialogas con los viejos directores? ¿ Te sentís huérfano?
- Dificíl hablar de tradición cinematográfica boliviana, se trata sólo de unas cuantas películas. Jorge Ruiz y Jorge Sanjinés son mis abuelos y la herencia cinematográfica que me han dejado es fantástica. La obra de estos dos grandes es inspiradora... pero más allá de ellos veo muy poco en la ‘tradición cinematográfica boliviana’, mis padres están en Taiwan, China y Finlandia... y mis bisabuelos en Francia, Rusia e Italia...
- ¿Estás contento con la película? Hablame de los cambios que ha tenido a lo largo de todo el proceso, ya que tengo entendido que reescribiste muchas veces el guión, hasta el punto de que llegaste a filmarla sin uno estructurado.
- Escribí más de diez versiones del guión para luego ocultarlo bajo la cama, por no decir mandarlo al basurero. Pero su estructura fue mi arma más poderosa. Los actores nunca lo leyeron, ni siquiera sabían en qué consistía la historia. Para el rodaje utilicé un cuaderno de notas con algunos diálogos sueltos, situaciones y descripciones, también algo de música y fotografías, pero que sólo me servían a mí. A los actores les iba contando cada escena el mismo día de rodaje, aun así cada actor recibía la información estrictamente necesaria para su personaje.
Cuando decimos que no utilizamos guión nos referimos a que en el rodaje no había un ‘libreto’ al que nos regíamos, y esto porque mi intención fue la de crear una atmósfera de trabajo creativa que permitiese interpretaciones muy orgánicas. Esto fue posible además gracias al trabajo actoral de medio año previo al rodaje.
- ¿ Cómo te fue en AFI FEST?
- Nos fue muy bien. Entre las cosas que más elogiaron fue el trabajo de actuación, te hablo de gente que no tiene nada que ver con Bolivia. Llenamos las dos funciones, fue bien recibida por el público y la critica, cosa que no dejó de sorprendernos. De hecho, a partir del AFI, comenzamos a recibir invitaciones para otros festivales. El próximo es el Bafici de Buenos Aires.
- ¿Cómo andan los proyectos que tenés con Rodrigo Hasbún?
- Entre otros proyectos pequeños, venimos escribiendo un largometraje hace casi dos años, está basado en algunas experiencias que vivimos los dos en colegio, cuando teníamos una banda.
- ¿ Siguen trabajando en la película que realizaron juntos, Mi vida anterior? ¿Cuándo fue, hace dos años?
- Mi vida anterior la dirigió Tico (Rodrigo Hasbún) y yo la produje. La rodamos hace más de un año e hicimos un primer corte el año pasado. Ahora que hemos vuelto a Bolivia, y con un poco más de distancia, estamos trabajando en el corte final.
A Mi vida anterior la considero una pequeña joya, es una película para festivales y circuitos de distribución más especializados.
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